¿La crítica desnaturalizada?

Si alguna vez estuve a punto de ejercer como crítico de festivales de cine (que aunque sea una tarea que normalmente desarrolla un crítico de cine, uno puede formar parte de la profesión ahorrándosela), yo mismo me quité la idea de la cabeza con celeridad. Apenas tres o cuatro experiencias cubriendo festivales (y siempre para publicaciones mensuales que no requerían escribir durante los días de certamen sino a posteriori) me sirvieron para darme cuenta de que todos los textos resultantes daban una imagen, tanto mía como crítico como del festival a cubrir, desnaturalizada: eran crónicas de primeras impresiones muy válidas como relato de la experiencia de unas jornadas maratonianas de ver películas, pero muy lejanas a los criterios de meditación, esmero en el texto y valoración justa de las películas vistas que yo mismo me exijo cuando escribo (y, también, cuando leo a mis colegas).

En la burbuja de un festival, la mirada del espectador, tenga que escribir o no, se deforma. El juicio de una película en caliente, durante el festival, depende tanto de lo que se haya visto justo antes o después, de qué día de festival es (obviamente, no es lo mismo ver una película en las primeras jornadas que en las últimas), de lo intempestivo del horario, de las corrientes de opinión que genera in situ (a las que uno nunca es inmune) y de tantos otros condicionantes que siempre hay que ponerlo entre comillas. Es un aquí y ahora que difícilmente va a ser el mismo que un allí y después.

Lo que sí aprendí rápidamente es que de varias de las películas vistas en un festival (hablo de sección oficial, principalmente) me iba a tocar escribir… medio año después. Por eso sigo yendo a festivales. Para llenar el zurrón de títulos vistos de los que luego poder hacer crítica. De hecho, así es como muchos profesionales consiguen ventaja competitiva respecto a sus colegas: pegándose un atracón de cine durante 10 días, pongamos que en Cannes o en Donosti, que les sirve de despensa para tirar el resto del año. Ya se sabe: no escribe nunca el que cosas más interesantes tiene que decir de una peli, sino el que la ha visto primero.

Como me he visto en esta situación más de una y más de dos veces, mi comportamiento como crítico siempre he procurado (si es posible, que no siempre se puede) que fuera el mismo: volver a ver la película para escribir la crítica en su justa medida. Si no, estaría haciendo un texto y una evaluación desde el recuerdo, siempre tan engañoso: películas que me parecieron un horror durante aquella jornada de festival quizá no estuvieran tan mal y films que se me aparecieron como una obra maestra quizá disten mucho de serlo y simplemente esta condición que les inferí yo en su día era un trampantojo de los biorritmos de programación festivalera.

La crítica de una película vista en un festival, pues, es un texto tanto sobre esa película como sobre las que la rodean. Vista en otro contexto (en la trinchera de los estrenos de cada viernes, por ejemplo), la película cambia. Y la crítica que se pueda escribir sobre ella, también.

© Joan Pons, 06-09-2015