La crítica y los festivales

Conviene empezar afirmando que la crítica de cine es un trabajo. Y como tal, no es ajeno a la galopante precarización impuesta a través de las sucesivas reformas y contrarreformas laborales. Por otro lado, este trabajo está sujeto a las dinámicas y avatares del sistema de producción imperante, el capitalismo.

Digo esto, que parece una perogrullada pero no es nada baladí, para contextualizar el asunto en un cierto estado de las cosas determinado.

Como efecto colateral de todo esto está el surgimiento de un número cada vez mayor de críticos freelance, algo que muchas veces puede llevar al equívoco de independencia cuando realmente lo que se está generando es la subcontratación, el becariato o incluso el puro hobby. Y ojo, no entro en la valoración cualitativa de la crítica sino en constatar el panorama laboral en el que nos movemos.

¿Y esto se debe solamente a la voracidad de un sistema que intenta convertir el periodismo cultural en un barniz de lujo accesorio? ¿Qué responsabilidad tiene la crítica en esta situación? ¿Ha hecho dejación de funciones? ¿O directamente, la crítica no tiene influencia en nada, resulta irrelevante o prescindible y estamos asistiendo a la lánguida muerte de un oficio?

La cobertura de un festival no es ajena a estas preguntas y la crítica tiene una responsabilidad y un espacio de acción para tensionar el orden establecido. Hay que ser ofensivos.

Un crítico debe en todo momento tener presente que un festival de cine (la mayoría) se sustentan con dinero público y su función es la de servicio público.

Un crítico debe preguntarse si realmente un festival es el marco adecuado para acercar el cine a sus ciudadanos o por el contrario es el escaparate que emplean las maquinarias publicitarias para colocar sus productos.

Un crítico de cine debe reflejar las contradicciones que salen a flote en un festival como por ejemplo, la endogamia de los realizadores que realizan películas a la manera de los gustos del festival.

En definitiva, se trata de no ser mero espectador sino de tomar distancia y analizar el fenómeno de los festivales en su radicalidad, desde una postura moral y política.

© Carlos Escolano, 06-09-2015