“Los héroes del mal” guanya el Premi de la Crítica al REC

La representación de la adolescencia y su volubilidad hormonal, ética e incluso corpórea, es siempre un espinoso asunto en el ámbito de lo cinematográfico que en contadas veces aporta visiones que trascienden el retrato bienintencionado o, por el contrario, sensacionalista. Los héroes del mal, la ópera prima del hasta ahora actor y cortometrajista Zoe Berriatúa (producida por Álex de la Iglesia), huye precisamente de estos extremos para construir una película que ya en su inicio trata de no adjudicarse a sí misma un rol concreto: el arranque del filme dibuja una primorosa danza macabra sobre el funcionamiento de una clase de instituto, de ese primer día en el que se establecen roles de poder, crueles jerarquías y estigmas que se arrastran durante todo un curso. Berriatúa, así, comienza su salto al largo subrayando esas dinámicas en una bella pero inquietante coreografía porque nos avisa que su propuesta va a intentar escabullirse de clasificaciones al uso.

Protagonizada por tres jóvenes (dos chicos y una chica) que ponen en escena lo que podría ser una versión marginal de Jules y Jim, el largometraje de Berriatúa se sitúa en las antípodas del “realismo tímido” sobre el que teorizó Àngel Quintana en Fernando León de Aranoa: “Princesas” (2005) y el realismo tímido en el cine español: contra el confort del espectador, la película apuesta por la desazón y la incomodidad, aunque nunca de forma gratuita. La relación triangular que se establece entre Aritz, Sara y Esteban, tres chicos que deciden aislarse en un mundo paralelo en el que imponen sus propias reglas, se construye a golpe de euforia y rabia, y si en un primer momento la violencia es un arma para defenderse del constante acoso de sus compañeros de instituto, luego será un instrumento que se volverá contra ellos mismos. Es cierto que en un principio los personajes no viven de espaldas a las dinámicas sociales que los amenazan, pero sus acciones no son solo una respuesta al bullying o a la adicción a las drogas. Son lacras que están muy presentes en Los héroes del mal, pero las razones últimas de los varios saltos mortales de la trama residen en la lógica inquebrantable de los personajes y del relato.

Esta lógica no se ciñe a enseñarnos cómo sufren y hacen sufrir los adolescentes en entornos perjudiciales y tóxicos, sino que se adentra en terrenos aún más hondos y oscuros a medida que la película avanza. Por una parte Los héroes del mal de Zoe Berriatúa parece querer vampirizar ciertos códigos del cine costumbrista español (ecos de la escritura de Fernando León de Aranoa) y de la teen movie, sobre todo en el primer tramo del trabajo y algunas veces con menos brío que en otras ocasiones, para luego desdibujar esos lugares comunes por los que transita. Por la otra, el filme se desboca ya en su segundo tramo en un convincente tour de force melodramático que se mete de lleno en un claustrofóbico juego mental entre su terceto protagonista. Lograr hacer verosímil y fascinante las derivas maléficas de los personajes no solo es obra de Berriatúa, sino que se debe también al impecable trabajo de Jorge Clemente, Emilio Palacios y Beatriz Medina, quienes ejercen asimismo de guías de una fábula imprevisible que no se escuda en las simplistas explicaciones de orden psicológico sobre la violencia y la angustia existencial. Aquí los traumas funcionan más como espejismos que como motores de la narración. La transgresión y el malditismo pueden ser la respuesta a un conflicto del pasado, pero también una reacción azarosa, tan incontrolable como adictiva.

Con una interpretación libre y líquida de los géneros cinematográficos -que hace pensar en el cine de Almodóvar o en las últimas películas de Xavier Dolan-, puntuada por una conmovedora banda sonora que hace suya la intensidad emocional de los protagonistas además de magnificar sus cambios morales -y que incluye obras de Sibelius, Benjamin Britten, Sergei Prokofiev o Vivaldi-, Berriatúa no se amilana ante el relato que propone, más bien se atreve como pocos cineastas noveles a llevar hasta las últimas consecuencias su arriesgado acercamiento a la cara más turbia y trágica de la naturaleza humana.

© Raquel Abad, Paula Arantzazu Ruiz, Manu Yáñez, 22-12-2015