«TEDDY», DE LUDOVIC I ZORAN BOUKHERMA, I «MY HEART CAN’T BEAT UNLESS YOU TELL IT TO», DE JONATHAN CUARTAS, S’ALÇEN AMB ELS PREMIS JOSÉ LUIS GUARNER I CITIZEN KANE A SITGES



El Jurat de la Crítica de la 53 edició del Sitges-Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya, integrat per Mireia Iniesta, Carlos Losilla y Lucas Santos, ha otorgat el premi José Luis Guarner a Teddy, de Ludovic i Zoran Boukherma (a la imatge), i el Citizen Kane a la direcció revelació a My heart can’t beat unless you tell it to de Jonathan Cuartas.

El regreso del monstruo adolescente

El Jurado de la Crítica de la 53 edición del Sitges-Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, integrado por Mireia Iniesta, Carlos Losilla y Lucas Santos, ha otorgado el premio José Luis Guarner a Teddy, de Ludovic y Zoran Boukherma, y el Citizen Kane a la dirección revelación a My heart can’t beat unless you tell it to de Jonathan Cuartas.

Algunos monstruos tradicionales del género fantástico se han prodigado poco en el cine de las últimas décadas. Es el caso de la figura del hombre lobo, que vuelve significativamente a las pantallas a través del cine francés, una cinematografía que viene realizando un sugerente acercamiento al género de un tiempo a esta parte con títulos tan fronterizos y renovadores como High Life (Claire Denis), Un Couteau dans le coeur (Yann Gonzalez), Crudo (Julia Ducournau) o Les Garçons sauvages (Bertrand Mandico), todas ellas vistas en Sitges. Estas películas retoman a su manera temas y motivos del género tradicional, y lo mismo ocurre en Teddy (Ludovic y Zoran Boukherma), donde el protagonista epónimo sufre una metamorfosis licantrópica causada por diversos motivos. Desde que John Landis dirigiese Un hombre americano en Londres en 1981 no se había vuelto a abordar la figura del adolescente licántropo basada en la hibridación entre el género de terror y la comedia. El trasfondo político de aquella producción británico-estadounidense se asentaba en los cimientos del neoliberalismo de la era Thatcher-Reagan. La película de los hermanos Boukherma retrata vehementemente las últimas consecuencias de la implantación de aquellas políticas a través de las diferencias de clase.

Y lo hace en un contexto del todo inhabitual dentro de este pequeño subgénero. Teddy es un joven, rebelde o responsable según las circunstancias, que trabaja como masajista, cuida de una madre dependiente y trata de hacer planes de futuro con su novia en un pueblo del sur de Francia que los hermanos Boukherma retratan con un delicioso sentido de la caricatura: los personajes recuerdan poderosamente a los seres extravagantes e hiperbólicos de P’tit Quinquin y a la obra en general de Bruno Dumont. Pero Teddy dibuja un paisaje humano a la vez cruel y comprensivo con sus criaturas. Sirva como ejemplo el tío del protagonista, uno de los tipos más grotescos y a la postre más conmovedores que pueblan el largometraje.

De la misma manera, el protagonista está retratado con gran humanidad, lo cual nos hace compartir con él la angustia por sufrir una metamorfosis para la que su contexto social más inmediato, médico de cabecera incluido, no tiene respuesta ni comprensión. Su transformación en licántropo nos es mostrada con una economía de medios que incluye pequeñas dosis de gore, como sucede en la secuencia de la fiesta de fin de curso, que se traduce en un ataque despiadado contra la buena sociedad de la localidad. La gestión de lo que vemos y lo que no vemos demuestra un sentido cinematográfico sobrio y elegante, muy poco común en el último cine de terror.

My heart can’t beat unless you tell it to (Jonathan Cuartas, 2020)

El vampiro, por su parte, es una de las figuras fantásticas más recurrentes del cine prácticamente desde sus orígenes. Pero My Heart Can’t Beat Unless You Tell it to, de Jonathan Cuartas, se aleja con energía de la novela de Bram Stoker y de sus numerosas adaptaciones o recreaciones, así como también, de hecho, de prácticamente cualquier otro acercamiento anterior al tema. En el film jamás se alude al fenómeno por su nombre y el vampiro es un joven frágil y enfermizo que nunca sale de casa. Sobrevive gracias a los cuidados de sus hermanos mayores, que atraviesan la noche en todoterreno para secuestrar a mendigos y demás víctimas propiciatorias cuya sangre acaba alimentando al vampiro adolescente.

Las contradicciones morales atormentan a Dwight, el hermano, que se debate entre la culpa por los asesinatos cometidos y el apego a su familia. Por el contrario, Jessie, la hermana, no muestra la menor fisura en su compromiso con el cuidado del joven Thomas. El film se centra en esas disonancias sin distraerse en meandros superfluos: nunca sabremos, por ejemplo, cómo han llegado a esa situación. Pero sí que los tres la sobrellevan con pesar y sueñan con otro tipo de vida, sin duda más luminosa. Sin subrayados ni salidas de tono, sin apenas música incidental y mostrando la violencia con sequedad y distanciamiento, todo nos es relatado en un tono apagado acorde con el abatimiento de sus personajes, hartos de esa vida clandestina y desabrida.

El film de Cuartas coincide con Teddy en ceder el protagonismo a los desheredados de las sociedades que reflejan, es decir, a los parias del sueño americano y del republicanismo francés. Y es significativo que ambos largometrajes coincidan en poner en escena una ética de los cuidados que incide en las contradicciones de nuestras sociedades ahora que el ensimismamiento individualista y las necesidades impuestas por la emergencia sanitaria que estamos sufriendo están a la vista de todos. No hay duda de que, pase lo que pase, el cine seguirá hablándonos de nuestras monstruosidades aunque sea entre líneas.

Mireia Iniesta, Carlos Losilla y Lucas Santos