Una revisión histórica del canon

Una revisión histórica del canon

¿Qué entendemos por canon?, ¿qué valores estéticos y/o morales implica?, ¿se trata de una construcción objetiva o de una convención subjetiva? Si se quiere abordar este concepto desde un punto de vista histórico no existe una respuesta invariable a estas preguntas, se deben contestar de manera contextualizada, pues este término se ha concebido de diferente modo en distintos momentos históricos. Se trata de una idea vinculada a la estética y a la teoría del arte y debemos atender a su origen y desarrollo, así como también a los debates y conflictos que ha suscitado.
Empezamos este recorrido histórico por la época griega clásica, contexto en el cual canon equivalía a norma y se entendía como una ley que debía aplicarse al arte, más su origen se hallaba en la naturaleza: el artista tenía que detectarla y aplicarla al arte; se trataba de una verdad objetiva y no de una creación artística. Además este término tenía que ver con las matemáticas y la simetría, conectando con la filosofía pitagórica y platónica. La naturaleza respondía a unas proporciones matemáticas concretas y el arte debía reproducirlas, siendo la belleza un concepto objetivo consistente en la correcta proporción de las partes. Aun así, aparte de imitar la naturaleza, los griegos escribieron listados de autores como modelo para imitar en el ámbito de la literatura y de la retórica, creándose también los prototipos genéricos.(1)
Esta teoría del canon griego, aunque con ciertas discrepancias en algunos momentos, estuvo en boga hasta el s. XVIII. La idea de las proporciones y de la correcta ordenación fue reiterada por Vitruvio y, si bien matizada, no fue negada por Plotino y fue aceptada por la escolástica en el s. XIII. En el Renacimiento se recuperaron los principios y modelos clásicos (igual sucederá en el Neoclasicismo), de manera que el concepto de canon fue fundamental (piénsese, por ejemplo, en Ghiberti o en Alberti). Si avanzamos en el tiempo, a pesar del advenimiento artístico del Manierismo y del Barroco, un artista como Poussin, entre otros, siguió reivindicando orden, belleza e imitación.


 ‘El hombre de Vitruvio’ de Leonardo Da Vinci (1487).

Dado que el canon depende en cada momento de la teoría del arte que le corresponde, cuando la filosofía empírica varió la concepción de la belleza y supuso el abandono de la visión objetivista, se modificó también la idea de éste: ya no tenía sentido buscar unos principios universales. Piénsese al respecto en las aportaciones de teóricos ingleses como Addison, Hutchenson, Hume o Burke.(2)
Si bien en el ámbito filosófico se desarrollaron estas ideas, en el campo artístico tenía importancia una institución originada en el s. XVI y que perduró hasta el s. XIX: la Academia del Arte. Era ésta la encargada de definir qué era el buen arte, de instaurar unas reglas como criterios para valorar las obras y de concretar una doctrina. Las academias creían que el objetivo final del artista era lograr la perfección, de modo que seguimos hablando de normas, racionalidad y modelos a seguir. Así pues, no es de extrañar que se elaborase una jerarquía de los géneros pictóricos, se crease el concepto del grand goût o se produjese a finales del s. XVII en Francia la Querelle des anciens et des modernes. Este debate supuso valorar el presente artístico respecto al pasado, puesto que si bien el clasicismo consideraba aquello precedente como algo ideal e inaccesible, los modernos creían que tenían a su alcance la perfección de los antiguos. De esta manera se creó la idea del canon como enumeración de los maestros clásicos y de sus principios, contrapuesto al canon de los modernos y a sus propias concepciones.
También se debe valorar el papel que ha tenido la historiografía en la entronización de ciertos maestros, piénsese al respecto en el género biográfico, siendo casos emblemáticos las Vite de Vasari (1550) o la obra de van Mander (1604), y respecto al contexto Barroco podemos citar a Bellori, Pascoli o Baldinucci, y cabe decir que todos ellos justificaron la elección de los artistas intentando trascender las meras opiniones personales.
A partir de todo lo comentado debemos centrarnos en los estudios contemporáneos sobre este concepto, pudiendo citar al respecto la idea de Kermode que defiende la proximidad escuela-canon, entendiendo la escuela como el agente institucional que pretende su perpetuación, o bien los postulados de B. H. Smith que consideran que las obras que perduran son aquellas que están de acuerdo con el poder dominante, siendo parecida la opinión de Guillory sobre la vinculación canon-noción de clase. También podemos aludir a los polisistemas de Even-Zohar, ya que cree que son los sistemas y las instituciones los que perpetúan los modelos a imitar.


 Harold Bloom, crítico y teórico literario estadounidense.

Ya para finalizar, citemos la polémica teoría del canon occidental de H. Bloom. Este autor cree que el valor de una obra y su inclusión dentro del canon, es decir, su supervivencia a lo largo de la historia, depende únicamente del valor estético, entendiendo como principio universal la originalidad, afirmando que no tiene importancia el contexto ideológico de producción (lo cual supone negar las aportaciones neoestructuralistas). Lógicamente esta posición ha sido atacada por parte de los Cultural Studies, puesto que consideran que la postura de H. Bloom es totalmente exclusivista y eurocéntrica.
En definitiva, el recorrido efectuado ha evidenciado la relación que ha tenido tradicionalmente el canon con las normas y con la objetividad del juicio estético, con la elección de un modelo a imitar, vinculándose con la idea de repertorio y siendo innegable la conexión del canon con el poder institucional.

1
Igualmente a lo largo de la historia del arte siempre ha habido modelos a imitar, siendo en ese sentido importante la palabra “clásico” relacionada con esta acepción, véase SORIAU, E.: Diccionario Akal de estética. Madrid: Akal, 2010 [PUF, 1990], p. 285-291.

2
A partir de este momento se creyó que la belleza era una idea subjetiva y cobraron importancia conceptos como la imaginación o el gusto, siendo éste último retomado por Kant, quien aceptó su subjetividad (aunque apeló a la posible universalidad del juicio estético).