Cinefilia en línea

Internet ha revolucionat el concepte de cinefília, elevant a l’infinit l’espai per a la reflexió i l’objecte sobre el que reflexionar. Covadonga G. Lahera avalua les avantatges, els riscos i els reptes d’aquesta nova etapa de la cinefilia online.

¿ESCRITURA SIN LÍMITES?
La crítica cinematográfica ha experimentado cambios significativos durante la última década, que viene a ser más o menos el período durante el que me he ido formando y desarrollando como escritora cinematográfica, o de impresiones provocadas por películas. Muchas de esas transformaciones han tenido que ver con la naturaleza mutante de Internet y con una evolución tecnológica continua que ha puesto al alcance del usuario medio una serie de recursos impensables hace años. Por un lado, disponemos de un archivo casi ilimitado de películas a la distancia de un simple click de ratón; por otro, gracias a una mayor accesibilidad a programas informáticos que permiten extraer y manipular fotogramas de los mismos filmes que vemos, podemos plantear nuevos modelos de crítica donde no solo escribimos con palabras, sino también con imágenes y sonidos. 
Muchos de los que componemos mi generación (seamos holgados y sumemos a los nacidos en la década de los ochenta los que lo hicieron a comienzos de los noventa), no acabamos de identificarnos con el término crítico, aunque aquí lo empleemos de manera práctica. Seguramente esta incomodidad tenga que ver, en parte, con el significado popular que el público medio sigue otorgándole a los críticos. Por eso, no queremos ser, porque no lo somos, señores serios y sesudos que solo ven cine lento y cuyos discursos resultan impenetrables y poco útiles (aunque algunas veces caigamos en ello). Por supuesto, estas enunciaciones parten de calificativos muy generalizadores e imprecisos, pero a grandes rasgos es esa la imagen que a menudo percibimos que tiene la gente (amigos, familiares, vecinos…) sobre nosotros y nos gustaría que esa distancia se redujera. Tampoco queremos ser útiles solo en forma de números o estrellitas porque concebimos la escritura cinematográfica como algo que va mucho más allá y que es (o puede ser) simultáneamente un ejercicio de creación, de análisis, de reflexión, de diálogo, de autoconocimiento, de transferencia emocional, de contagio apasionado…
Internet ha dinamitado los principales parámetros de origen periodístico a los que un crítico debía adaptarse si participaba con su juicio, por ejemplo, en un medio escrito o en las ondas radiofónicas. De tal modo, los conceptos tradicionales, con sus limitaciones, que se manejaban sobre el tiempo y el espacio en relación a los artículos de turno se han visto directamente alterados y, a su vez, la libertad de contenido y forma de los mismos se ha amplificado y diversificado significativamente. En nuestro país, y gracias a la Red, nunca ha habido tantas publicaciones ni tan diversas dedicadas al séptimo arte y quizá sea un buen momento ahora, a raíz de este 25º cumpleaños de la ACCEC, para confirmar una convergencia intergeneracional (entre críticos veteranos y jóvenes) y para llevar a cabo una redefinición de la etiqueta, el papel y la función que hemos de jugar en estos tiempos críticos. 
Hace tiempo que el territorio online nos ofrece una infinita página en blanco y no una caja de texto donde lo que no entra directamente se queda fuera. Seguimos tratando de ajustarnos a unos plazos de entrega, pero suelen ser más relativos pese a la inmediatez propia de Internet y, una vez en la Red, la caducidad temporal de los escritos se anula, su vida útil se hiperprolonga y nuestros artículos ya no servirán para envolver el pescado del día siguiente, sino que estarán siempre ahí. A su vez tenemos la posibilidad de generar, a través del uso de tags e hipervínculos, relaciones vivas entre contenidos que se retroalimentan, completan, expanden… y permanecen a disposición de todos sin fronteras geográficas ni temporales, configurando nuestro particular remake actualizado de la Biblioteca de Alejandría (1); un ente orgánico, un fondo de documentación cuyo volumen y variedad es también ilimitado en el espacio-tiempo, inserto en un crecimiento múltiple y masivo, en progresión día a día.
Nunca se ha podido estar al alcance de tantos y el feedback se materializa también como un perpetuum mobile de todos con todos gracias a que el lector tiene la posibilidad de opinar o rebatir directamente un contenido concreto. Esto puede darse en la propia publicación en cuestión, a través del correo electrónico o de las redes sociales (Facebook, el Twitter, el Tumblr…), donde surgen hilos de intercambio, reflexión y enriquecimiento.
Una de las ramificaciones de esta vasta biblioteca es una inmensa videoteca, nuestra particular Arcadia feliz. La disponibilidad de películas se ha incrementado a una velocidad exponencial en los últimos diez años, como todo en la Red, y a nuestro antiguo consumo, que combinaba salas de cine, filmotecas, DVD (antes Betacam y VHS) y festivales presenciales se han ido sumando las redes P2P, los intercambios en foros, los archivos Torrent, las descargas directas, YouTube, Vimeo y el más reciente viraje del mercado, las plataformas de Video On Demand (VOD) (2), donde uno paga un precio razonable por el visionado de títulos disponibles en un catálogo en ágil crecimiento. Incluso contamos ya con festivales online, como el Atlántida Film Fest en el portal Filmin cuya tercera edición ha convocado a 42.000 espectadores, 16.000 más que en la edición anterior. Las cifras hablan por sí solas y uno puede visualizar, sin demasiada dificultad, un horizonte donde Internet venga a ser una especie de videoclub casi total. También somos conscientes de que nunca podrán estar todas las que son, pero sí muchas de las que no nos llegan por las vías tradicionales. Otras incógnitas tendrán que ver con cómo se repartirá este pastel de la distribución/exhibición a través de Internet, si la piratería quedará finalmente atajada o no por las leyes o cómo se reinventarán las salas de cine y los festivales presenciales (las y los que queden).

RIESGOS 2.0
La ya mencionada cadena de interconexiones infinita y frenética que viabiliza Internet puede suponer simultáneamente unos cuantos peligros, como el de acabar naufragando dentro de un viaje alucinado donde perdamos el control y olvidemos de dónde veníamos y a dónde queríamos llegar. No obstante, algunas veces, estos desvíos involuntarios pueden traducirse en una fuente de revelaciones afortunados. ¿A quién no le ha ocurrido eso de descubrir un artículo sugerente o una película olvidada o poco conocida tras horas de navegación?
Los extravíos suelen venir producidos, en general, por la sobreabundancia de fuentes online. Por un lado, la saturación es un síntoma claro de nuestros tiempos y debemos inventar mejores recursos y aguzar nuestras dotes de búsqueda para no sucumbir por empacho, dispersión y/o despersonalización (a veces, cuando uno se documenta excesivamente, puede acabar desapareciendo en su propio texto). Por otro, una de nuestras muchas (y estimulantes, por qué no) contradicciones tiene que ver con cómo nosotros mismos, con los múltiples medios digitales que hemos ido gestando, contribuimos a saturar el mercado y a nuestros potenciales receptores. El número de webs dedicadas a la crítica de cine es considerable. A bote pronto, y limitándome a nombrar varios espacios digitales, editados en castellano (3), que a veces manejo: Miradas de Cine, Détour, Lumière, Shangri-La, A cuarta parede, Blogs & Docs, Cineuá, Cine Divergente, La Fuga, Otros cines, El amante, Transit… –más las extintas, o que no se actualizan ya, Tren de sombras y Pausa–. Además también corremos el riesgo de estar leyéndonos solo entre nosotros sin saber evitar cierta endogamia clásica de nuestra ocupación. Mónica Jordan reflexionó sobre esta cuestión, entre otras, de manera muy directa y clarividente en un artículo indispensable, “Cinefilia escrita”, publicado en Détour.
En los tiempos inestables que corremos, con las complejidades que en algunos casos  puede suponer en esta dedicación estar oficialmente en paro, sin estar en la práctica parado, a mí me sirven de guía dos o tres faros esenciales: en primer lugar, tratar de mantener un difícil equilibrio entre el nosotros y el yo, entre los extremos del grupo cerrado y el yoísmo; en segundo lugar, la búsqueda perseverante (aunque complicada) de películas, directores y hechos cinematográficos más allá de los circuitos oficiales, filmotecas, festivales… para no acabar hablando todos de lo mismo; en tercer lugar, y más importante si cabe, la certeza de que ha de ser la duda mi lugar de partida, la sospecha en toda su extensión y con todas sus consecuencias, empezando por el autocuestionamiento. El argentino Roger Alan Koza, dentro de su estupendo artículo “El renacimiento de la cinefilia”, relaciona cinefilia y filosofía y traslada lo siguiente a la actitud del crítico: “La filosofía supone una actitud de sospecha sobre los sobreentendidos que regulan la vida en común, un acecho racional y metódico sobre el sentido común que naturaliza situaciones, vínculos, prácticas. Filosofar es horadar en lo implícito valiéndose de nuevos conceptos que permitan ver las cosas de otro modo”. La redefinición constante puede ser muy fatigosa, pero en nuestro contexto presente (teniendo en cuenta, por supuesto, el actual y trágico apartado socioeconómico y laboral donde nos movemos) no sé de qué otro modo se puede obrar para mantener cierta coherencia. No podemos ser críticos sin ser autocríticos y es el modo, a mi juicio, de combatir lo que Mónica apuntaba como el “verdadero talón de Aquiles de la Cinefilia 2.0”, que aparentamos saberlo todo (¡!!) porque no sabemos decir: “No lo sé”. 
También convendría que siguiéramos devanándonos los sesos a la hora de tratar de dar respuesta a toda una batería de cuestiones que son también asuntos de estado. Asumiendo que es harto complicado (salvo las excepciones que confirman la regla) ganarse de modo estable la vida hoy dedicándose a la crítica o al periodismo cultural, ¿cómo podemos seguir dedicándonos a la escritura cinematográfica del modo que querríamos si debemos compaginarla con una jornada laboral en un trabajo cuya naturaleza poco o nada tiene que ver? ¿O cómo logramos dedicarnos a esta escritura, como forma de vida y con libertad de ejercicio, sin renunciar a los propios principios, sin acabar convertido en una especie de crítico exprés? Si a menudo nos encontramos con que la libertad creativa es inversamente proporcional a la económica, en un más difícil todavía, ¿de qué vivir y cómo inventarnos nuestro trabajo?



RETOS 3.0
No son pocos los riesgos como no son pocos los desafíos que podemos plantearnos hoy y nos atrevemos a lanzar algunos desde aquí. Primeramente, sería deseable no dejarse llevar por la inercia consumista del usar y tirar y hallar un equilibrio entre la cantidad de aquello de lo que disponemos y la calidad de cómo disponemos de ello. Así le daríamos a las películas el tiempo justo, como reivindica Carles Matamoros en su artículo “Usos y posesiones cinéfilas”: “La máxima parece evidente: no es posible ver todas las películas, por lo que carece de sentido acumularlas. Si logramos asumirla, la ansiedad cinéfaga remitirá y podremos volver a tomarnos el tiempo justo que merece cada filme. No nos queda otra que aprender de los espectadores con los que abríamos estas líneas [los primeros aficionados al cine], de aquellos cinéfilos que solo veían las películas una vez. Y es que si, por falta de tiempo y espacio, ya no podemos poseer los filmes, mejor usémoslos tal y como lo hacían ellos, con todos nuestros sentidos y sin pensar en futuros visionados”. 
En otro orden de cosas, ¿cómo ampliar el espectro de lectores que podrían estar interesados en leer/pensar sobre cine? ¿Cómo generar esa necesidad que Spotify, Whatsapp o similares han sabido originar con agudeza? ¿Cómo transmitir nuestra pasión por ver como un buen lugar donde situarse para disfrutar con mayor plenitud del cine? La cinefilia puede haberse democratizado y el espíritu de los Movie Mutations seguramente siga vivo en muchos de nosotros, pero no hemos logrado contagiar de entusiasmo más que a unos pocos que, en general, ya venían bien dispuestos. Corremos el riesgo de que los ríos de tinta vertidos en miles de páginas de Internet acaben configurando una especie de red de cementerios digitales y las cifras en torno a los hábitos lectores en Internet no resultan tampoco demasiado alentadoras.
Debemos replantear las formas, reformular los caminos, aventurar nuevos nichos. Por ejemplo, ¿qué hay del cine en las aulas y del uso de fragmentos de películas como herramienta didáctica del que tan bien nos ha ilustrado Alain Bergala? (4). Y quien dice aulas dice centros cívicos, ateneos, institutos, casas de cultura, residencias… Hemos de saber cómo desaprendernos para poder reinventarnos y averiguar, de paso, qué es lo que estamos haciendo mal o lo que no acabamos de hacer bien.
Por otro lado, la experiencia de aquellos que nos antecedieron no puede ser desdeñada ni olvidada y, aunque parezca de Perogrullo, es esencial volcar parte de nuestros esfuerzos en rescatar textos valiosos en el medio por antonomasia de hoy. La labor de digitalización para evitar que desaparezca nuestra historia crítica es una responsabilidad a asumir desde asociaciones como la ACCEC, que en este mismo número recupera “Las gafas de Parménides” de José Luis Guarner. Andar con agilidad sabiendo coger impulso con el pie situado detrás y apuntar con el de delante hacia el futuro, manteniendo entre ambos un equilibrio e invocando una convivencia entre críticos veteranos y jóvenes que es, precisamente, lo que la nueva ACCEC pretende. Hace siete años Alejandro G. Calvo, por entonces director de Miradas de Cine, la revista online española más longeva que en mayo de 2006 publicó un dossier de referencia sobre La crítica de cine, instaba a esta convivencia como condición sine qua non para el crecimiento y evolución de la crítica en nuestro país.
El pie que se aventura a marcar nuevas direcciones o adentrarse en nuevos caminos bien puede corresponderse hoy con la fórmula de crítica en imágenes que algunas publicaciones llevan proponiendo desde hace unos pocos años (desde Transit a Lumière pasando por Cineuà o blogs como Juventud en marcha o Kinodelirio, limitándonos solo a espacios en castellano). La facilidad de acceso y manejo de determinados software de edición de vídeo y otros de tratamiento de imagen, que mencionábamos al comienzo de estas líneas, sumada a una necesidad por expresar determinadas ideas o vínculos cinematográficos de un modo más directo, así como un ánimo por ampliar los caminos habituales de la crítica de cine y expresarnos con sus mismos elementos, han cristalizado de un tiempo a esta parte en esta nueva modalidad cuyo nombre aún baila. Llámense críticas audiovisuales, collages, videoensayos, exposed cinema… (5), recurran a imágenes estáticas o en movimiento extraídas de los propios filmes motivadores, el escritor cinematográfico ya no solo puede usar palabras para transmitir un discurso reflexivo, sino que puede emplear las propias imágenes y los propios sonidos gracias al montaje. Aunque se trate aún de un territorio en exploración y crecimiento sobre el que es natural y sano arrojar algunas sospechas, es indudable que se trata a la vez de un estimulantes campo de oportunidades y experimentación donde pueden convivir opciones más analíticas e ilustrativas con iniciativas que conducen al acto de reapropiación hasta las lindes de una especie de creatividad crítica. ¿Continuará?

Agradecimientos: Mónica Jordan y Carles Matamoros.



(1) En 2005, aunque desconozco si había efectuado antes el uso de dicho símil, Álvaro Arroba expresaba que gracias a Internet y al acceso de películas que posibilita, no es que estuviéramos asistiendo simplemente a “la democratización de la cinefilia”, sino a la “mayor liberación cultural de la historia de la humanidad, casi de un desagravio por la quema de la mítica Biblioteca de Alejandría (…)”; ARROBA, Álvaro: “La democratización de la cinefilia o las matemáticas de Dios”, Letras de cine, núm. 9, 2005.
(2)El blog de cine online”, alojado en la versión digital de la veterana revista impresa Fotogramas, y que firma Gerard Alonso Cassadó, es un espacio indispensable si uno quiere estar al día de las últimas novedades en VOD.
(3) Para hacerse una idea de las publicaciones extranjeras sobre cine más relevantes, es más que ilustrativo el artículo de Manu YáñezSobre una crítica internacional”, integrado en el dossier sobre la crítica de Miradas de Cine, que se mencionará más adelante en el presente texto y que se dividió en dos entregas: 1ª parte y 2ª parte. Al datar de 2006, seguramente varias referencias más podrían venir a sumarse en una hipotética actualización del mismo.
(4) BERGALA, Alain: La hipótesis del cine. Pequeño tratado sobre la transmisión del cine en la escuela y fuera de ella, Laertes Educación, Barcelona, 2007.
(5) José Manuel López impartió una relevante conferencia en abril de 2012 durante el I Congreso de la Crítica celebrado en el 13º Festival de Málaga de Cine Español. Dicha comunicación fue tiempo después transcrita, actualizada y publicada en Transit: “Las posibilidades de la crítica digital” es un texto de cabecera sobre los nuevos paradigmas de la crítica digital y José Manuel ofrece un recorrido entusiasta por espacios online que reflexionan sobre el cine a partir del montaje de imágenes y/o vídeos. Así mismo aventura etiquetas y clasificaciones que nos permiten situarnos con mayor claridad y orden en un fenómeno que no ha hecho más que empezar a andar.