Jurat FIPRESCI a La Habana amb participació de l’ACCEC

EL LUGAR DEL HIJO: EL DESORDEN INTERIOR

La única película uruguaya a competición en el 35º Festival de Cine Latinoamericano de La Habana, en donde la cinematografía mexicana (con Heli, Tercera llamada, Las horas muertas y Quebranto) mostró su óptimo estado de forma, es una estimulante obra de indagación en un paisaje sociopolítico convulso.

Ambientada en el Uruguay de la profunda crisis económica de 2002, el segundo largo de Manuel Nieto profundiza en líneas argumentales que ya estaban en su film anterior: la desubicación de un personaje cuya formación universitaria resulta inarmónica con los orígenes de la riqueza familiar, procedente de un medio rural de atmósfera primaria. Y el desencuentro entre dos generaciones, la del padre, que busca la confrontación con una sofisticación intelectual urbana, y la del protagonista, que lucha sin demasiada convicción por enajenarse unos orígenes por los que siente, al tiempo, rechazo y fascinación.

Esas ideas, expuestas con cierta tosquedad en La perrera, aparecen desarrolladas en El lugar del hijo con una mucho mas elaborada riqueza de matices y una complejidad dramática que puede explicar el interés hacia ella de Lisandro Alonso, por vez primera productor de un filme que él mismo no dirige.
La textura dramática de El lugar del hijo aparece fragmentada en dos universos que parecen delimitar la ostensible inadaptación del protagonista a sus nuevas circunstancias:

El universo urbano, con un solo en apariencia bien asignado rol de militante en la lucha estudiantil; y el del campo, hostil, violento, espacio de perturbación al que se ve forzado a trasladarse para hacerse cargo de la herencia paterna. En esa fractura, Manuel Nieto acierta al elevar esa transferencia del personaje urbano hacia el territorio naturalista y fiero a la categoría de incomodidad de clase. Una angustia acentuada por la elección de un no-actor, Felipe Dieste, cuyos problemas reales de dicción y movilidad son solo el punto de partida de un viaje desasosegante, el del pretendido intelectual, luchador social, y finalmente hombre deshabitado, desprovisto de papel, braceando a la procura de alguna certeza en la que anclar su nueva naturaleza , esta vez sin muletas rituales, sin banderas políticas, sin otro andamiaje que el instinto. Y esa lucha acerba, esquiva, hace que El lugar del hijo respire como genuina y nada complaciente obra de búsqueda interior.

JOSÉ LUIS LOSA