La libertad del crítico

“Gusto es la facultad de juzgar un objeto o una representación mediante una satisfacción o un descontento, sin interés alguno. El objeto de semejante satisfacción llámase bello.”

(Crítica del juicio, Emmanuel Kant)

Inicié mi andadura como crítica cinematográfica entre los años 2009 y 2010, durante los que publiqué en la revista online Contrapicado algunas crónicas de festivales. En 2010 cubrí el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria y en paralelo –publicada en la también digital Transit: cine y otros desvíos–realicé una entrevista al realizador Philippe Grandrieux, a quien la muestra canaria dedicaba entonces una retrospectiva, programada por Luis Miranda, actual director del evento.

Hoy seguramente habría escrito aquella crónica de modo diferente. Fue una tentativa algo balbuceante o incluso excesiva en algunos aspectos, pero las cuestiones que fueron surgiendo al redactarla me han acompañado desde entonces a la hora de encarar otros textos similares. ¿Debo ser exhaustiva con todas las películas que veo en la sección oficial o guiarme por el criterio del gusto, o de la intuición, acercándome solo a aquellas que considero destacables por algún motivo? ¿Debo engarzar las propuestas siguiendo simplemente un hilo descriptivo o tal vez debo hacerlo a partir de constelaciones temáticas? ¿Qué grado de objetividad y subjetividad aplicar a mi escritura? En ese artículo decidí recurrir a la literatura e inicié la crónica con una cita de La Divina Comedia de Dante, cuya estructura en tres partes (Infierno, Purgatorio y Paraíso) fue el recorrido narrativo que propuse al lector en mi análisis de algunas obras del festival.

A continuación me surgió un nuevo interrogante sobre la posible función de una cobertura festivalera, que en muchos casos se reduce a la redacción de un texto sobre la sección oficial, sin poder trazar un itinerario particular sobre otros apartados. El resultado es, en muchos casos, una crónica neutra y desapasionada, un inventario de películas de las cuales tal vez tres o cuatro, de entre quince o veinte, interesaron realmente al autor del texto. El gusto, la experiencia del crítico, o aquello que le apasiona, tan necesario a veces para dar vida a su escritura, queda soterrado bajo esa sucesión de palabras algo indiferentes. En mi opinión, sería mucho más enriquecedor no desatender esas otras secciones donde a veces se ocultan verdaderos tesoros fílmicos; teniendo en cuenta, evidentemente, que no es lo mismo la sección oficial de macrofestivales como el de Cannes que la de otros certámenes y que dicho apartado tampoco debe ser desatendido. Tal vez, en lugar de escribir una crónica centrada exclusivamente en esas películas oficiales, sería más estimulante que el crítico pudiera ofrecer al lector su propia selección de filmes de todo el festival a modo de guía personal.

Cuando vemos una película, cuando escribimos, se moviliza todo aquello que vimos, todo aquello que leímos, todo aquello que escribimos anteriormente. No hay nada más frustrante que tener que ejercer la crítica mediante algo que no despierta ese factor experiencial o que no moviliza nuestro gusto, entendido según Kant en su Crítica del juicio como una opinión desinteresada en relación con una supuesta belleza. Por eso a mi parecer, el ideal en la cobertura de un festival, es otorgar la suficiente libertad al crítico como para que el texto sea en sí mismo placentero para el que lo lea, y despierte en él una sana curiosidad cinéfila, que surgirá como fruto de un contagio pasional entre el crítico, y su escritura, y el potencial espectador y destinatario de su texto.

© Cloe Masotta, 06-09-2015