Seven Chances, o la semana de la crítica improbable
El director del Festival de Sitges, Ángel Sala, recorda el seu primer contacte amb Seven Chances i la importancia de la secció com a far que ilumina un tipus de cine no visible, malgrat la seva naturalesa en principi allunyada de l’esperit d’un festival de gènere.
Mi primer recuerdo de Seven Chances son dos películas que me sorprendieron en medio de la vorágine de trabajo de Sitges-1993. La primera, Noises Off, de Peter Bogdanovichera la típica producción que solía molestarnos a los que entonces éramos algo talibanes del genero en el festival. Una comedia de enredos con estructura teatral donde brillaba un enorme Michael Caine y en el que destacaba de nuevo el talento que ya parecía perdido del gran Peter Bogdanovich de los años setenta. Noises Off me hizo reír y me reconcilió con la idea de poder abrir el festival a títulos y públicos que no eran los propios del fantástico, recuperando películas que no se podían ver en salas comerciales (ya entonces ciertos films de escaso éxito en territorio americano se lanzaban directamente en VHS) y reivindicando autores recuperables o que merecían un subrayado aparte.
Ese mismo año me ocupe de acompañar en coche y presentar ante el publico a un joven director que, curiosamente, presentaba una película en la sección Seven Chances. Su nombre era Bryan Singer y recuerdo que me quede acompañándolo en un palco para ver su ópera prima programada en la sección y que llevaba por titulo Public Access. Mi impresión ante esa pequeña obra maestra, llena de una sutil maldad y un ambiente malsano sin nunca caer en lo obvio, fue profunda y recuerdo que pregunte al joven realizador que proyectos tenía, aunque no recuerdo si ya me habló de una historia de gángsters metafísica y sorprendente como fue su siguiente obra, la fundamentalSospechosos habituales (The Usual Suspects, 1995).
A partir de aquel año, Seven Chances fue el territorio del descubrimiento, del cine programado y presentado como acontecimiento cultural no como producto fast food.Curiosamente, Sitges y su apuesta conjunta con la Asociación de Críticos y Escritores Cinematográficos se avanzó un tiempo a esa labor hoy imprescindible de hacer visible un cine oculto y ocultado por la ignorancia supina de masas mal informadas y menos interesadas en nada que no sea ser consumo rápido y olvidable.
A diferencia de otras semanas de la critica de festivales mucho mas hinchados y orgullosos que Sitges, Seven Chances no se limita a ser un simple complemento de la programación oficial del festival, sino que siempre se ha definido por ser una ventana crítica y curiosa a un tipo de cine que no es propio de la especialidad de Sitges, pero tampoco queda al margen de algunos públicos básicos del certamen. Ha sido una sección estable, que en veinte años ha tenido pocos cambios, siempre refugiada en las cálidas paredes del Casino Prado y procurando presentar un equilibrio entre autoría consolidada, emergente, cine periférico, documental e incluso clásico con un componente de rescate o restaurador. En un festival como el de Sitges que ha sufrido cambios forzados y naturales, evoluciones necesarias y crecimientos obligados, Seven Chances ha permanecido en su fidelidad intrínseca y se ha consolidado como un clásico de Sitges, siendo piedra filosofal en torno al debate cinematográfico que debe ser puesto en común por una critica activa en pro de un receptor final permeable.
Desde mi posición no solo de director del Festival de Sitges durante ya mas de un década, sino sobre todo de espectador del certamen desde hace más de veinte años, puedo afirmar que es difícil imaginar lo que hoy significa Sitges sin esta sección, tan complicado como pensar en el cine Prado sin identificarlo con la sección, un tipo de publico, un ambiente que, en cierta manera, ha generado poco a poco otra sección de nuevo cuño, Nuevas Visiones, que este año cumple unos flamantes diez años. Y es que el trabajo bien hecho, la creación de tendencias como elemento clave de toda programación cultural es siempre fértil y crea vías desde posicionamientos de estabilidad que, en el caso de Seven Chances, nunca han sido inmovilistas sino de ágil progresía. Sigamos así, hoy mas que nunca.