Sitges 2021: Guarner ex aequo per a Mad God (Tippett) i After Blue (Mandico) mentre Lamb (Jóhansson) guanya el Citizen Kane
Els socis de l’ACCEC Daniel Pérez Pamies, Alejandro G. Calvo i Beatriz Martínez, que van formar el Jurat de la Crítica de la darrera edició del Festival de Sitges, escriuen sobre les pel·lícules que van decidir premiar: ‘Mad god’ i ‘After blue’ es van endur ex aequo el José Luis Guarner mentre ‘Lamb’ guanyava el Citizen Kane a la millor opera prima.
Este ex-aequo a la mejor película no es la muestra de ningún desencuentro en la deliberación, sino todo lo contrario: la necesidad de premiar dos películas tan excelentes como complementarias, dos acercamientos al fantástico que parten desde universos distintos y sensibilidades muy alejadas (podría parecer que incluso opuestas) para llegar a lo más importante: el flipe por la imagen, por el cine y por el género fantastique.
Mad God (Phil Tippett), por Alejandro G. Calvo
“¡Madre de Dios Mad God!” balbuceaba con un grito trabado en la epiglotis mientras se proyectaba en la pantalla del Auditori la película de Phil Tippett. Película-bukkake de imágenes trash en stop-motion artesanal, donde el legendario creador de FX —la lista de películas-hit en que ha colaborado es interminable: La guerra de las galaxias (1976), El imperio contraataca (1980), Indiana Jones y el templo maldito (1984), RoboCop (1987), Willow (1988), Parque Jurásico (1990), etcétera— vomita un tsunami de imágenes y aullidos que asoma (ahogando) al espectador al abismo de las cloacas del fantástico. Con un argumento mínimo y en spinning continuo, Mad God podría ser cine experimental deliciosamente anacrónico si no fuera porque detrás de la barbarie mostrada existe una voluntad suicida por crear un relato terrorífico que aspiraría a ser el 2001: Una odisea del espacio (1968) del averno. Realizado a lo largo de más de treinta años —imagino a Tipett sustrayendo bajo su gabardina materiales de sus rodajes con Lucas y Spielberg para usar en el demencial proyecto que estaba construyendo en su garaje—, trabajando sábados y domingos con ayuda de estudiantes, Mad God es una de las declaraciones de amor al cine (bizarro) más bestia que se hayan visto nunca, una experiencia estética demoledora, cargante, viciosa, putrefacta… y, precisamente por eso, única e irrepetible.
After Blue (Bertrand Mandico) por Beatriz Martínez
Bienvenidos al mundo de After Blue y de Bertrand Mandico, en el que la experiencia visual y sensorial lo es todo. El director francés continúa explorando su corpus de identidad fluida cinematográfica a través de una historia que mezcla los géneros (también en el sentido de lo no binario) para crear un universo bizarro, erótico y sobrenatural a medio camino entre la ciencia ficción, el western, los cuentos de hadas, la poesía hardcore y la alucinación psicodélica.
En un futuro muy lejano, en un planeta donde no pueden sobrevivir los hombres, una joven, Roxy (también conocida como Toxic), se enfrenta al matriarcado de su tribu al liberar a una salvaje anti establishment cuyo nombre es Kate Bush. En efecto, las referencias pop (hay ciborgs que se llaman Louis Vuitton) se funden y se confunden en un estado casi mental al borde del delirio en el que una hija y su madre (Elina Löwensohn, musa de Mandico), se embarcan en un viaje de descubrimiento lúbrico en el que absolutamente todo rezuma sexo y deseo.
La apuesta es tan radical como provocadora, tan excesiva como fascinante, hasta tal punto que cada escena condensa una acumulación de ideas avasalladora. El resultado va más allá de la estética kitsch, del métal hurlant, del glam, en un ejercicio de libertad expresiva que se expande de forma cósmica para dinamitar las convenciones.
Lamb (Premio Citizen Kane) por Daniel Pérez Pamies
Lejos de los periplos escatológico-cosmogónicos de Bertrand Mandico y Phil Tippett, la vida y el tiempo se estancan y se recogen en la geografía de Lamb, la ópera prima de Valdimar Jóhannsson. El paraíso edénico, apartado de la humanidad, donde vive un matrimonio de granjeros interpretado por Noomi Rapace y Björn Hlynur Haraldsson, pronto resulta perturbado por una presencia amenazadora que aterroriza a todos los animalitos de la granja. Cuento siniestro, relato de eco-terror o película de folk-horror —en clara sintonía con otras propuestas de A24 como La bruja de Robert Eggers (2015)—, Lamb es el ejemplo de un cine capaz de conciliar el suspense, el drama o incluso la comedia, manteniendo siempre una atmósfera tensa, tan enrarecida y frágil como la del sueño. La construcción sonora y la planificación de Jóhannsson son capaces de transmitir el miedo en los ojos de un rebaño de ovejas. Los animales se contagian de conductas humanas, y los humanos acarician momentos inhumanos. El regalo de la maternidad se transforma en condena, algo parecido a lo que sucedía con La semilla del diablo de Polanski (1968), que empezaba con la tipografía de una novela rosa para concluir en un aquelarre satánico presidido por los ojos del demonio. Este carácter ambivalente del fantástico, que en Lamb se traduce en una fusión entre el drama familiar y el terror, es el que explica que los cuentos también estén llenos de seres híbridos: centauros, licántropos, minotauros, arpías… un linaje mitológico al que podríamos añadir a la pequeña Ada.