“Videofilia”, guanyadora del premi de la crítica a l’Atlántida

Nada más levantarse, Luz abre el ordenador, chatea y en un momento concreto publica en su página de Facebook un artículo de inquietante titular: “¿Vivimos en una simulación hecha por computadoras?”. En Videofilia (y otros síndromes virales), el segundo largometraje del limeño Juan Daniel F. Molero, sus protagonistas no solo se encuentran inmersos en una simulación absoluta toda vez que la pantalla es su vida -lo es todo: un absoluto-, sino que incluso acaban transformados en una serie de ceros y unos que se arrastran malheridos por los marcos del plano como un barrido de píxeles.

Desde que Gene Youngblood publicara el seminal El cine expandido, el vínculo entre tecnología y psicodelia ha estado presente en la imagen cinética, ahora más que nunca dada la irrupción de los entornos digitales; y Videofilia (y otros síndromes virales) es un trabajo deudor de esas premisas de Youngblood en torno a las posibilidades de expansión mental que proporciona el medio cinematográfico: los protagonistas del largometraje dilatan su yo a través de los universos virtuales de tal modo que incluso son engullidos por éstos. Pero las herramientas de apertura mental y personal que utilizan los personajes de esta historia no se circunscriben sólo a lo digital, porque en Videofilia (y otros síndromes virales) pornografía, estupefacientes y milenarismo apocalíptico se equiparan con lo virtual: instrumentos para proporcionar cierta expansión personal y a la vez para poner a los personajes en situaciones de riesgo. Pero ¿qué es real y qué vemos en Videofilia (y otros síndromes virales)? Mediante un uso abigarrado y transgresor de las capas de los distintos códigos de lo virtual (GIF animados, interfaces de redes sociales, DVD pirata, clips de vídeo y gráficos fluorescentes, etcétera), Molero nos muestra un relato boy meets girl amenazado por el virus del barullo digital. Hasta que, por supuesto, tanto ella como él son infectados. Víctima y verdugo del malestar de lo virtual.

Pronto sabremos que Luz, la chica, está llamada a metamorfosearse en píxel, como si su porvenir perteneciera a una de esas profecías que obsesionan a Junior, el chico. Su nombre tampoco es casual pero, ironías del destino, antes que transformada en imagen, se torna síndrome viral desvanecida en un relato que poco a poco también se va diluyendo, líquido, expandido. El momento en que sucede la metamorfosis no deja de ser sintomático por violento: cuando el chico protagonista la filma tomándola por detrás mientras clava un cuchillo en sus entrañas, Luz deja de ser cuerpo para convertirse en ente, en una interfaz espectral y atemorizante. En un glitch.

Heterodoxa, brutal y sin concesiones al espectador, con Videofilia (y otros síndromes virales) Molero construye una crítica a la cacofonía digital que ya pertenece a la identidad de la generación milénica y señala ese ruido como la peor de las distracciones ante una situación política que requiere de un compromiso hoy por hoy tan poco firme como un contacto de ChatRoulette.

Paula Arantzazu Ruiz

Pablo García Conde

Victor Blanes Picó