Encuentros del SEFF 2015

El Festival de Cine Europeo de Sevilla es importante para mí por varias razones: fue el primer festival en el que me sumergí cuando ya estudiaba cine, y aún recuerdo hitos de su programación que influyeron poderosamente en mi (siempre inacabada) educación cinematográfica, como aquella retrospectiva que dedicaron a Agnès Varda en 2012. Pero su XII edición, celebrada del 8 al 12 de noviembre de 2015, fue inaugural para mí por dos motivos: era el primer festival que cubría como crítico, y también el primero en el que formaba parte de un jurado. Por fin, iba a devolverle yo algo a un festival que tanto me había dado.

Precisamente un par de meses antes del SEFF, varios compañeros de ACCEC tuvieron a bien participar en un dossier reflexionando sobre crítica y festivales, y en mi viaje a Sevilla iba rumiando algunas de esas ideas, tratando de prepararme para la experiencia que me esperaba. En su texto, Gerard Casau reflexionaba sobre los festivales como un espacio donde las películas convivían y dialogaban unas con otras, posibilitando a su vez críticas que recorran esos puentes y no se limiten a repasar individualmente cada obra. A mí me interesaba esa posible crítica, una crítica que tratara de entender qué podía ocurrir entre las películas, y no solo en las películas, por muy subjetivo –ahí está lo interesante– que eso pueda parecer. Y en mi viaje en tren, pensando ya en cómo encarar la cobertura del festival, me preguntaba, ¿y cómo la crítica puede dar cuenta de ese encuentro entre filmes, de cómo un filme puede hablar de otro, iluminarlo de manera reveladora?

Casi todo festival cinematográfico resulta inabarcable en sus diferentes secciones. Más aún cuando uno tiene el compromiso de ver y juzgar cada uno de los filmes de su sección. Por eso me interesan cada vez menos las crónicas diarias y la crítica apegada a la sección oficial, y más lo que se cuece en secciones paralelas, retrospectivas y ciclos especiales. Lo escribían hace unos años Manuel J. Lombardo y Alfonso Crespo, dos críticos andaluces de referencia para mí, a propósito de la onceava edición del SEFF: “la tarea de descubrir cine y darlo a ver está casi siempre orientada a lo que fue, no a lo que es o será”. Por eso a veces la actualidad, las galas o las ruedas de prensa cansan un poco. En ellas pocas veces se esconde la revelación que puede suponer ver, por vez primera, Cléo de 5 à 7 en pantalla grande. Quizás, algo parecido a lo que Paul Vecchiali habrá sido para algunos jóvenes espectadores en esta última edición.

Ahora, tras haber pisado algunos festivales más, miro el SEFF con otros ojos. Si en aquellos años de universidad ya me costaba encajar en los días del festival todas las películas que quería ver, en este 2015 esa tarea se ha vuelto titánica. Por eso, puede decirse que solo he experimentado un lado del SEFF, ligado a la sección Resistencias más algún que otro filme que pude intercalar en esas jornadas maratonianas de cine. Frente a festivales más reducidos o temáticos como el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva o el Festival de Málaga de Cine Español, el SEFF se ha erigido como el principal evento cinéfilo de Andalucía, donde se han dado cita en esta pasada edición figuras clave del cine europeo como José Luis Guerín, Miguel Gomes, Paul Vecchiali, Amos Gitai, Pierre Léon, Pascale Breton, Louis Garrel, Matteo Garrone o João Nicolau, entre muchos otros. Eso, sumado a una sección oficial de diecinueve títulos y dos secciones de Nuevas Olas (ficción y no ficción) apabullantes, sección Resistencias dedicada al cine español independiente, sección Panorama Andaluz, ciclo de cortos de animación y demás secciones especiales, retrospectivas, exposiciones y actividades paralelas, hacen que el encuentro que el SEFF posibilita en Sevilla sea imposible de abarcar en la semana que dura el festival. Por eso, me extraña la presencia en la programación de films como Paulina del argentino Santiago Mitre o Cemetery of Splendour del tailandés Apichatpong Weerasethakul. ¿Justifica la participación de una productora europea en la producción del film su inclusión en un certamen que pretende acercarse a las cinematografías europeas, ya amplias de por sí? Me extraña, también, que un festival en cierto modo combativo y centrado en el cine de autor europeo como es el SEFF multiplique sus secciones menores o ceda espacio a propuestas más convencionales en busca de público que llene las salas, aunque puedo entender las razones de todo ello.

Más allá de estos matices, reconozco en el SEFF rasgos que lo convierten para mí en un festival modelo, al menos en el panorama español. Frente a los precios excesivos que tienen festivales similares en Madrid y Barcelona, el SEFF no solo mantiene una política de precios reducidos, sino que ofrece sesiones con entrada libre (45 en todo el festival) y multitud de actividades paralelas en colaboración con instituciones culturales y universidades. Si a menudo en los festivales sobra pompa y alfombra roja, estas políticas del SEFF pueden servir para recordar cuál es la función de un festival en relación a la cultura de una ciudad y el servicio a la ciudadanía.

El propio programador del certamen, Alejandro Díaz, apuntaba algunas ideas sobre su labor de programación en el dossier que antes mencionaba. A propósito de su oficio, Alejandro hablaba de pedagogía cinematográfica, de la manera en que la programación puede ofrecer diversos caminos de descubrimiento a los espectadores. Me parece natural vincular esta vocación pedagógica con la idea del encuentro tan presente en estas líneas. Del encuentro entre films antes mencionado, pero también del encuentro entre público y cineastas –fue maravilloso presenciar los coloquios con los directores de la sección Resistencias, alguno hasta más allá de la medianoche–. También, cómo no, del encuentro que se genera cuando el cine penetra en instituciones culturales y aulas universitarias: Birgit Hein, Peter Tscherkassky, Rüdiger Suchsland, Luis Aller y Santiago Mitre hablaron sobre su trabajo en diversas actividades en las dos universidades públicas hispalenses; Gracia Querejeta, Manuel Gutiérrez Aragón y José Luis Guerín hicieron lo propio en la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla. Destaca, además, la labor de los profesores de la Universidad de Sevilla Sergio Cobo, Alberto Hermida y Samuel Fernández, que han insuflado oxígeno a la sección Resistencias a través de la organización de un seminario académico que completaba la sección con un programa de actividades en torno a la reflexión sobre el nuevo cine español. He de aplaudir también la nueva iniciativa del festival, el seff365, que traslada a Sevilla algunas de las películas más estimulantes que se están moviendo, en su mayoría, por círculos de distribución alternativos de las grandes ciudades del país, o a veces ni eso.

¿Qué sentido tiene un festival como el SEFF en los tiempos del cine online, si no es el del encuentro? El espíritu del certamen parece cada vez más cercano a esa idea, y su compromiso con la pedagogía, con el derecho a la cultura y con la cercanía hacia su público lo hacen cada vez más estimulante en una ciudad tan necesitada de políticas culturales renovadoras como Sevilla. De ahí, también, la necesidad de una crítica que busque nuevas vías de expresión, que se inscriba en primera persona en sus reflexiones y explore lo que se construye en toda esa amalgama de actividades en torno al cine que constituye el festival. Si la cinefilia, como sostiene Covadonga G. Lahera en su aportación al dossier antes citado, “se alimenta en gran medida junto a los otros”, el SEFF constituye una cita imprescindible para compartir esa cinefilia con cineastas, críticos y académicos que tienen la oportunidad de verse cara a cara con un público que aumenta año tras año. Si internet ha traído más libertad creativa y menos limitaciones a los que nos dedicamos a la crítica -a falta de mucho que queda por reinventar-, es posible que también nos esté condenando en ocasiones a una cinefilia en soledad, que se dirime entre fríos pases de prensa y pantallas domésticas. Frente a eso, es una suerte tener la posibilidad de emocionarse escuchando al crítico australiano Adrian Martin presentar No Home Movie, el último y póstumo filme de Chantal Akerman, por poner un ejemplo que me costará olvidar. Así se construye y enriquece la cinefilia, y eso solo puede ocurrir en un festival como el SEFF. Un festival del encuentro.

© Bruno Hachero, 2016