Premi LUX de Cinema 2012

V Premios LUX: Forjando una identidad

Llego a Estrasburgo desde Barcelona preguntándome durante el trayecto, vía París, por el tiempo que debe de ocupar en la mente de otros jóvenes cinéfilos europeos una institución como el Parlamento Europeo. Simultáneamente, otros interrogantes me rondan la cabeza: ¿qué es la identidad europea? ¿Qué es, específicamente, el cine europeo? Y, ¿se puede, por tanto, premiar el valor europeo de una película? Pensé en que precisamente el seminario para periodistas que se desarrollaría durante la jornada siguiente, 21 de noviembre, como preludio a la entrega de la quinta edición de los Premios LUX, me ayudaría a despejar las incógnitas.

Hasta este año desconocía la existencia de este galardón anual, una estatuilla que reproduce un rollo de película de 35 mm en forma de Torre de Babel, y que representa la diversidad lingüística de la Unión Europea. Al otro lado de Fatih Akin (Auf der anderen Seite) o El silencio de Lorna (Le silence de Lorna) de los hermanos Dardenne ganaron en algunas de las ediciones precedentes. Las elegidas para la terna finalista han de poseer un indiscutible valor comunitario, ser resultado de una política cultural europea, abordar preocupaciones y problemáticas propias de la U. E., etc. El triunvirato de 2012 lo han constituido Csak a szél (Just the Wind) del húngaro Bence Fliegauf, Tabú (Tabu) del portugués Miguel Gomes y La pequeña Venecia (Shun Li y el poeta) (Io sono Li) del italiano Andrea Segre, que fue quien se llevó el gato al agua. A través de la convocatoria de los LUX, el Parlamento Europeo financia el subtitulado de las tres cintas finalistas a las 23 lenguas oficiales de los países miembro. La vencedora logra además la distribución de una copia en 35 mm en cada Estado miembro o su lanzamiento en DVD y su adaptación para espectadores invidentes y con problemática auditiva.

El seminario se estructuró en tres sesiones o paneles que consistieron fundamentalmente en comunicaciones unilaterales, más que en debates espontáneos entre los participantes o intercambios abiertos con los asistentes. En el primero de ellos, “Situación actual de las iniciativas culturales del Parlamento Europeo: políticas, Premios LUX y Jornadas LUX de Cine”, se dieron cita miembros del Comité de Cultura y Educación de la UE, entre quienes destacó el apasionado discurso de la alemana Doris Pack, la cabeza del mentado comité, y la italiana Silvia Costa, representante de Europa Creativa. Se hizo hincapié en la necesidad de que la producción europea se haga más competitiva en un mercado global siendo conscientes de que el cine es un tema cultural y también una industria.

Se apuntó la necesidad de construir un público, para lo cual es clave preparar a profesores que impartan una educación audiovisual en las escuelas y formen a espectadores con capacidad crítica. Se habló también del proceso de digitalización que está teniendo lugar en el sector cinematográfico: no solo durante la fase de producción, sino en la de distribución y exhibición. En síntesis, y aunque no se logró profundizar mucho en ninguna cuestión, los ponentes incidieron en la función del cine como oportunidad para conectar Europa. Fueron varios los que citaron una conferencia dada hace años por el realizador alemán Win Wenders, presidente de la Academia de Cine Europeo (EFA) desde 1996, donde el director de Paris, Texas (1984) recalcaba cuán importante es construir la creencia en “el sueño europeo”.

La moderación del segundo panel, como el primero, corrió a cargo de Licia Eminenti (asesora de los programas Eurimages y Media, así como guionista y realizadora), que convocó a la vicepresidenta del parlamento para los premios LUX, Isabelle Durant, junto a otros de sus miembros, que desarrollaron algunos motivos propuestos en el epígrafe “Unidos por nuestros valores: nuestras historias, nuestras culturas iluminadas a través de la emoción de las películas: el propósito de las Jornadas LUX de Cine”. Unas palabras de Wenders volvieron a ser citadas: “Solo las emociones pueden crear identidad”.

Tras el tercer y último panel que contó con la presencia de los tres directores finalistas, la breve ceremonia de entrega del premio LUX a Andrea Segre se desarrolló siguiendo un correcto protocolo en el hemiciclo. Su ópera prima, La pequeña Venecia (Shun Li y el poeta), narra las dificultades de una inmigrante china en Italia para lograr traer consigo a su hijo. Segre se refirió a la relevancia de convertir el objeto del discurso en el sujeto del discurso”. Y dejó caer como broche final durante su agradecimiento: “Para combatir la inmigración irregular hay que alentar la regular”.

La filósofa y teórica búlgara Julia Kristeva, durante las añoradas jornadas MICEC de Barcelona en 2008, en concreto durante una mesa redonda que versaba sobre la identidad caleidoscópica de Europa, afirmaba que la identidad europea “contiene en sí una idea móvil y no puede fijarse”. Segre señalaba la urgencia de un cine que se haga preguntas. La identidad del cine europeo sigue siendo un work in progress y, al mismo tiempo, algo mutante. Lo que sí es seguro es que para despertar del sueño citado por Wenders queda aún mucho camino por andar.

© Covadonga G. Lahera, diciembre 2012