“Réalité” gana el premio José Luis Guarner de la Crítica en Sitges

RÉALITÉ

Desde un principio, este sexto largometraje de Quentin Dupieux desconcierta, fascina y, por momentos, incomoda a partes iguales, muy a pesar de incidir en las líneas conceptuales que el cineasta ya llevara a cabo a lo largo de sus anteriores piezas. Réalité hace de su inclinación caleidoscópica una necesidad narrativa, ya que las infinitas vertientes que estructuran y dan forma a su corpus cinematográfico convergen y divergen constantemente. Se aceptan unas a otras o acaban contradiciéndose conscientemente, recreando secuencias previas interpretadas por otros personajes o enlazando la conclusión de varias de ellas a través de los planteamientos de otras. Es, en esencia, una tan inquietante como ácida reflexión sobre los difusos límites que separan la realidad y la ficción, en la que Dupieux cuestiona no solo los objetivos y la vigencia del actual relato cinematográfico, sino la mera existencia del mismo.

A través de la disección de los recursos internos y de estampas esquizoides que llevan a los personajes a obsesionarse con lograr el grito perfecto o a concentrar parte sus significados en la enigmática presencia de una cinta VHS, Réalité sitúa su punto de mira en la exposición de las miserias de una industria vacía y de todo punto carente de idiosincrasia propia, a la que observa con profundo poso crítico y de la que apenas atisba su razón de ser. Un productor nervioso e imprevisible o el autor de una historia de presunta originalidad, pero que no hace más que repetir patrones previos, son elementos metonímicos de un cosmos zombificado que avanza de manera automatizada sin un destino concreto.

Réalité fusiona estos dispositivos con una serie de mecanismos internos que acaban amplificando el mensaje del cineasta y provocando que sus interrogantes se plieguen sobre sí mismos y alcancen a su propia dimensión como autor. No solo porque la película sigue los derroteros de su filmografía previa, sino porque incluye una serie de elementos intertextuales (la segunda parte de Rubber, que se anuncia en varios carteles a lo largo de la película) que parecen dejar en evidencia las dudas de Dupieux sobre sí mismo e, incluso, sobre su propio futuro dentro de un medio al que observa con creciente recelo y escepticismo.

Austera formalmente y de espíritu mordaz y divergente (por momentos, se diría que contestatario), Réalité es una espléndida película, sorprendente y laberíntica, de inusitada creatividad, en la que Dupieux materializa sus dudas sobre el medio cinematográfico sin generar jamás ninguna respuesta.

Joaquín Vallet Rodrigo